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domingo, 12 de marzo de 2023

El Diablo en Ohio (Serie TV)


Temporada 1


Una psiquiatra, que necesita terapia desde el minuto uno, se empeña en querer salvar a una fugitiva de una secta satánica que existe en el condado de al lado. Los padres de la chica no aparecen, nadie la reclama ni pregunta por ella, pero esta psiquiatra se empeña en ayudar a la chica, sin tener en cuenta los problemas que le pueden acarrear a ella misma y a su familia, que ya tiene tres chicas jóvenes.

No me voy a extender demasiado en reseñar esta serie como tal y me voy a fijar más en algunos detalles que me han llamado soberanamente la atención.


La serie, como puedes intuir, ni fu ni fa. Al final le daré los puntos por la producción, porque el guion, la verdad, es que no aporta nada. De hecho, ni siquiera es una serie de terror. En algunos momento parece un telefilm de sobremesa, con episodios de relleno, ¡Pero si solo son ocho! ¿De verdad necesitaban rellenar? En fin, parece que sí y encima los rellenos no son otra cosa que ideología woke, que hay que meter con calzador por todas partes. Luego cuento algo más.


La serie está centrada en una familia de esas tan perfectas, que no existen. Todo maravilloso, idílico, sin problemas casi de ningún tipo, más allá de los que pueden tener unas adolescentes. La madre, interpretada por Emily Deschanel, sí la de Bones, es el personaje principal sobre la que gira toda la trama. Es una psiquiatra que ha tenido una infancia complicada y que, para sentirse bien consigo misma, se dedica a ayudar a todo el mundo sin pensar en las consecuencias.


Aparece en el hospital donde trabaja una chica, que resulta ser una fugitiva de una secta satánica y la buena doctora decide que lo mejor es llevársela a su casa porque tiene que salvarla... Y hasta aquí voy a leer porque lo demás me ha importando muy poco.


¿Qué nos encontramos en El diablo en Ohio?

Pues encontramos mucha simbología satanista y su aparente normalización: Cuervos, ocultismo, dibujos con mensajes extraños, espantapájaros y música celta.

Cuando digo normalización no significa que, en ningún momento, los satanistas sean mostrados como buenos, sino que su mera existencia sea normal. De hecho, durante toda la serie se produce un paralelismo con el catolicismo, con alabanzas, bendiciones de mesa, etc., que nos los muestran como, no solo probables, sino normales.


En uno de los ratos de relleno, aparece la historia de una de las hijas, que no tiene claro si le va la carne o el pescado y nos ocupan medio episodio con sus historias de relaciones sentimentales de instituto, debatiéndose entre el machote del equipo de fútbol o la negrita a la que adora.

¡Señores! que a la gran mayoría de la gente esas cosas no le importan. No forman parte de sus vidas y, sobre todo, no afectan a sus relaciones personales con los demás. No hace falta estar metiéndonos todo el tiempo esta ideología postmoderna que no importa a nadie, más que a ellos y a los que viven de sus chiringuitos. Ya lo dije en alguna ocasión: Si estás viendo una serie coreana como, por ejemplo, Estamos Muertos, solo ves coreanos y no todo el elenco étnico y de sexualidades diversas, que nos muestran sin cesar en toda la publicidad, cine y televisión occidentales. ¡No nos importan! Los que sabemos lo que es el respeto, no pensamos en eso como ellos tratan de obligarnos a pensar.

En realidad, y creo que no soy el único, estoy cansado de tanta ideología woke, primado negativo e imposiciones de pensamiento. No me extraña que los índices de audiencia vayan paulatinamente bajando, porque aburren hasta a el apuntador.

De la serie no se puede salvar mucho. Voy a destacar un poco a la hija mediana, Stacey Farber, que es la que creo que mejor sale parada en cuanto a interpretación y, además, porque es fotógrafa de la vieja escuela y me ha recordado mi juventud, cuando yo mismo revelaba las fotos en casa.


En realidad la serie, por bien que algunos la pongan, es aburrida, lenta, predecible y un escaparate de simbolismo satánico. Los puntos se los lleva por la producción porque, ni dirección ni interpretaciones la salvan. Emily Deschanel está al límite, parece que sea un robot, Madeleine Arthur, la chica satánica, es un compendio de caritas de todo tipo y los demás no aportan nada tampoco.

He tratado de saber si se espera una segunda temporada y no me ha quedado claro. La verdad es que tampoco me importa, lo mismo que no creo no lea la novela de Daria Polatin, en la que se basa la serie porque, visto lo visto, no ha despertado mi interés.

Valoración #JaviFlim: 2,5
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