
Hay un momento, exactamente a los cinco minutos de Cosecha Mortífera, en el que tienes que pausar la película y quedarte mirando la pantalla en silencio. No porque lo que acabas de ver sea cinematográficamente brillante —que no lo es—, sino porque acabas de presenciar un prólogo que suena tan obscenamente actual que te preguntas si alguien en 1977 tenía una bola de cristal, o algo peor: un plan.
Cambio climático devastador. Planeta inhabitable. Gobiernos proponiendo reducciones drásticas de población, eutanasia institucionalizada, recortes de racionamiento del cincuenta por ciento a una población famélica. Y la cereza del pastel: las instituciones recurrirán deliberadamente a engaños, mentiras y manipulación para que la gente acepte lo inaceptable. Todo esto, empaquetado en cinco minutos de metraje canadiense de serie B que, vistos desde 2025, producen un escalofrío que nada tiene que ver con el aire acondicionado.
¿Predicción? ¿Coincidencia? ¿O manual de instrucciones disfrazado de entretenimiento?