
El peso de la simbología.-
La serie pronto nos da un golpe que no pasa desapercibido: "6 minutos y 6 segundos pasadas las 6 de la tarde de este día hace justo 140 años..." para celebrar El Día de la Libertad. El 666 no es casual. Y tampoco lo es ese ojo omnipresente que aparece en varios posters dentro del Silo. Están ahí, marcando territorio, recordándonos quién financia realmente el entretenimiento que consumimos. Apple TV, como las demás grandes plataformas, deja su huella simbólica desde el primer fotograma. Es irónico: una serie sobre el control y la manipulación que comienza mostrando exactamente eso, las marcas de quienes controlan el mensaje.
TEMPORADA 1: Cuando cuestionar te convierte en criminal.-
Imagina despertar mañana y descubrir que cada conversación con tu familia, cada libro del colegio, cada noticia que has visto, cada "verdad histórica" que has memorizado es mentira. No una mentira pequeña, sino la mentira fundacional sobre la que has construido tu vida entera. Esa sensación de vértigo, de perder el suelo bajo los pies, es lo que Silo consigue transmitir en su primera temporada dirigida por varios realizadores bajo la batuta de Graham Yost, el showrunner que ya nos demostró con Justified que sabe construir tensión narrativa.

Rebecca Ferguson encarna a Juliette con esa mezcla perfecta de determinación y vulnerabilidad que hace que te importe de verdad lo que le pase. Cuando empieza a hacer preguntas, cuando se niega a aceptar las respuestas oficiales, sientes la presión aumentar. No solo en la pantalla, en tu propio pecho. La dirección de fotografía refuerza esa claustrofobia con encuadres cerrados, espacios aparentemente pequeños, pasillos interminables que se estrechan. El Silo no es solo un escenario, es una presión constante sobre tus pulmones.

Los que mandan resultan ser títeres de un poder superior que nadie ve pero todos obedecen. Normas dictadas "por el bien del Silo". ¿Te suena? Es el mantra de 2020 en adelante: "por tu seguridad", "por el bien común", "la ciencia lo dice", "no cuestiones". Ver esta serie después de lo vivido estos últimos años genera una incomodidad distinta. Ya no es ciencia ficción distante, es un espejo demasiado preciso.

Pero lo que realmente me sacudió no fue la producción impecable ni las interpretaciones solventes. Fue ver las consecuencias de dudar. Los que investigan, los que cuestionan, los que piensan por sí mismos se convierten automáticamente en parias. No solo el sistema te rechaza: tu familia te da la espalda, tus amigos te evitan, toda la sociedad te señala como amenaza. Te convierten en el enemigo porque has osado dudar y preguntar.


TEMPORADA 2: El refugio en lo convencional.-
La segunda temporada —Apple TV ya ha confirmado una tercera para 2026 y una cuarta como probable cierre— cambia el rumbo radicalmente. Y lo hace justo cuando la primera temporada nos había dejado en el precipicio de algo potencialmente revolucionario. Seguir explorando la naturaleza de la realidad, cuestionar si lo que vemos es verdadero o una simulación elaborada, parece que en 2025 no es comercialmente conveniente.
Así que nos entregan una historia más segura: buenos contra malos, enredos políticos, gestión corrupta del poder. No me malinterpretes, la serie es entretenida. Sigue reflejando dinámicas reales de cómo funciona el control social. Pero ha perdido ese filo peligroso de las teorías incómodas. Me recordó a todo lo que comenté sobre "Expediente X" en mi reseña de "Los Pistoleros Solitarios" y lo que consiguió en su momento: explorar territorios que el poder prefiere que no exploremos, cuestionar narrativas oficiales, mostrar que quizá la conspiración no es tan descabellada como nos dicen.

La serie pierde esa oportunidad. En lugar de adentrarse en territorios filosóficos profundos sobre la naturaleza del control informativo —algo absolutamente relevante cuando vivimos bombardeados por narrativas contradictorias—, se conforma con una trama más predecible. Más segura. Menos molesta para el poder.
Hay momentos que siguen brillando. Por ejemplo, cuando la serie nos recuerda que todos los sectores productivos se necesitan: agricultores, mecánicos, médicos, ingenieros... todos aportan algo tangible, algo que puedes tocar, comer, usar. Y entonces aparece ese sector que no produce absolutamente nada, que dice que "gestiona" y "coordina", que se presenta como imprescindible pero cuya desaparición probablemente mejoraría el funcionamiento de todo. Los políticos y su corte de parásitos. La serie lo muestra con claridad cristalina, aunque no se atreve a extraer la conclusión lógica: ¿para qué los necesitamos realmente?

¿Por qué? ¿Por qué somos héroes en el sofá y cobardes en la vida? La pregunta me obsesiona más que la propia serie.

La agenda que nadie pidió.-
Y luego está la cultura woke. Inevitable en 2025. Menos agresiva que en Foundation —donde la agenda ideológica literalmente destroza la obra maestra de Asimov—, pero presente con ese método de siempre: meterla con calzador sin que aporte nada.
Que hay una pareja homosexual en la serie, nada que objetar, pero aquí está el problema: no aporta nada a la trama, no enriquece a los personajes, no añade matices a la historia. Está ahí porque hay que marcar casillas, porque el poder establece cuotas ideológicas que las plataformas deben cumplir. Y eso, precisamente eso, es un insulto.

Reflexión final a estas dos temporadas.-
Con un presupuesto que se nota en cada fotograma, con actuaciones solventes, con una dirección de fotografía que convierte la claustrofobia en estética, Silo debería ser una serie de 8 sobre 10. Técnicamente lo es. Visualmente es espectacular. La banda sonora potencia esa sensación de amenaza constante sin resultar intrusiva.
Pero al perder el coraje de explorar territorios realmente peligrosos, al refugiarse en lo convencional en su segunda temporada, al dejar pasar la oportunidad de crear algo verdaderamente disruptivo que cuestionara las bases mismas de cómo percibimos la realidad... la valoración final no puede ser la que merecería por sus aspectos técnicos.

La primera temporada plantea preguntas necesarias, urgentes, peligrosas. La segunda se acomoda en terreno seguro. Ojalá la tercera recupere el planteamiento de la primera. Ojalá se atrevan a mostrar que quizá, solo quizá, vivimos en un Silo más grande y sofisticado, donde las paredes no son de hormigón sino de narrativas oficiales, donde el exterior tóxico es la verdad que nos aterroriza mirar.
Lo dudo. Cuando tienes una plataforma masiva para decir verdades incómodas, las presiones para autocensurarte son inmensas. Y Apple TV no es exactamente conocida por su rebeldía contra el sistema que la enriqueció.
Una pregunta para ti, que has llegado hasta aquí: Si mañana descubrieras que todo lo que has creído sobre el mundo es una mentira elaborada para mantenerte controlado, ¿tendrías el valor de salir al exterior tóxico del Silo de tu propia vida? ¿O preferirías seguir viviendo en la comodidad de la mentira conocida, rodeado de gente que finge que todo está bien? Porque esa es, en última instancia, la pregunta que Silo nos hace... aunque luego no tenga el valor de responderla.
Pero tú sí puedes responder. ¿Qué elegirías?
Una nota final: Si la serie te ha intrigado —o frustrado, como a mí— quizá sea momento de acudir a las fuentes. Silo está basada en la trilogía de Hugh Howey: Espejismo (Wool), Desolación (Shift) y Vestigios (Dust). Autopublicadas inicialmente, llegaron al top de ventas del New York Times sin editorial detrás. La literatura, especialmente la independiente, suele ser más valiente que el entretenimiento corporativo. O al menos, más difícil de censurar.
Continuará... Cuando se estrene la tercera temporada en 2026, volveré con la tercera parte de esta reseña. Ojalá Apple TV recupere el coraje inicial. Nos leemos entonces.
Valoración #JaviFlim: 4,0

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