Filth, el sucio

Hay películas a las que llegas sin saber bien porqué y que te sorprenden tan gratamente, que no te queda otra que recomendarla. Eso es lo que me ha pasado con este Filth, el sucio, que narra la historia de Bruce Robertson, el detective de policía más grosero, maleducado, misántropo, misógino y adicto a las drogas y el sexo de toda Escocia. Vamos, que Torrente se queda como una hermanita de la caridad a su lado.

Los creadores de Trainspotting, que son los responsable de Filth, saben perfectamente lo que se hacen. Saben muy bien cómo mostrar el mundo de las adicciones y sus miserias, reflejando, al detalle, las personalidades de los adictos, su visión del mundo, sus paranoias y cómo son capaces de justificar su lamentable comportamiento hasta llegar a tocar fondo.

No he leído la novela de Irvine Welsh en la que se basa la película, pero lo haré porque siguiendo la norma no escrita de que las novelas son mejores que las películas, porque suelen profundizar más en los detalles, y viendo la calidad del film, tiene que ser una novela extraordinaria.

La película nos cuenta, en modo de comedia dramática o comedia negra, la historia de Bruce Robertson, alias cerdito, un detective de Edimburgo, que es un hijoputa redomao, un sociópata adicto al alcohol y las drogas, que disfruta haciendo daño a los demás. Él es, o más bien ha sido, un buen detective y ve posibilidades de acceder a una plaza de inspector y con el ascenso, recuperar a su familia, que lo ha abandonado.

El papel protagonista corre por cuenta de James McAvoy, al que conocemos de películas como Penélope, La Conspiración y un par de los X-Men. Su interpretación es magnífica; probablemente, la mejor que haya hecho hasta la fecha. El personaje muestra todas las caras del adicto y hace que, dependiendo del momento, sientas pena, ira, compasión, odio o comprensión por él.

El film no sigue, aparentemente, una trama principal. Simplemente te va mostrando el comportamiento errático y despiadado del personaje que se dedica a fastidiar a los demás, a manipular a todo el que se pone por delante, a acostarse con las mujeres de sus compañeros, tratando a todo el mundo de una manera no solo desconsiderada, sino despiadada. Y todo sin un objetivo aparente. Sin motivos. Por el mero placer de hacer daño.

Todo empieza en un túnel donde se comete el asesinato de un muchacho japonés que mueve a todos los medios de comunicación, poniendo en entredicho la capacidad de la policía. A Bruce le es encomendada la investigación del caso e intentará aprovechar el tirón que este tiene para conseguir el ascenso a inspector y así, recuperar a su familia.

Durante la investigación (que no es nada que tenga que ver con ningún argumento) y dentro de una logia, en la que está el jefe de policía y otros elementos clave de la sociedad, que muestran sus intereses personales en que el caso avance, entabla una relación de amistad con Clifford Blades, un adinerado y manipulable hombrecillo, interpretado magníficamente por Eddie Marsan, que ya alabé por su participación en la serie Ray Donovan y que espero comentar aquí pronto. Ambos tendrán sus correrías, juergas y abusos del uno al otro y serán parte central del argumento.

Filth es la palabra que usan los ingleses para, de forma despectiva o peyorativa, llamar a la policía. La traducción podría ser bazofia o inmundicia, que es justamente lo que representa este detective y la película es eso: una bofetada de aire fétido que me ha hecho disfrutar muchísimo. Me he reído y he sentido asco y pena en poco más de hora y media que, además, se completa con una banda sonora exquisita y hasta los créditos finales son de sobresaliente. No te la pierdas... al final te llevarás un navajazo.

Valoración #JaviFlim: 7,0

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